Las bromas del Everest
Subíamos con un mínimo resuello entre los seracs de la cascada de hielo. Cuerda fija, una escala, un pasillito, una escalera. Y hete aquí que a la vuelta de la esquina nos topamos con una escena cómica. Estaba el alpinista canadiense a un lado de una grieta, asomado al extremo de una escalera. Su compañero en el otro extremo. El canadiense calzaba sólo sus botines interiores. Sus botas, atadas a los crampones habían quedado caprichosamente bloqueadas entre los peldaños de la escalera. Forzando el equilibrio el canadiense se vio obligado a sacar sus pies de las botas para no quedar allí para siempre.
"¿Necesitas ayuda?", dijo nuestro porteador que caminaba primero. "Sí, por favor, no puedo sacar mis botas… por favor"
Ram caminó sobre la escalera, retiró primero las botas de los crampones, luego, con habilidad hizo lo propio con estos, un juego giratorio y fuera, después el otro.
El canadiense no se lo creía. "Gracias, gracias, hacedme un foto…", repetía. Por un instante temió quedarse para siempre haciendo equilibrios sobre el abismo de la grieta. Pero alguien vino a salvarle.
A nuestro Mariano Molinero se le puso también el otro día la cara de susto cuando casi se lo traga la tierra, más bien la nieve. Andábamos hurgando entre penitentes del glaciar, buscando basuras y demás, y habiendo encontrado Mariano un cartucho de gas casi intacto, líquido incluido, extendió el brazo para entregárselo al italiano di Stefani. Hecho el gesto, el hielo se abrió bajo sus pies y él cayó. Menos mal que sólo era un pequeño pozo, circular, a su medida. Mariano quedó hundido en las aguas casi hasta la rodilla. Su expresión se alivió un instante después. El italiano recogió su cartucho: "¿tienes frío?", preguntó.
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