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6 Octubre. EVEREST Campo Base

CAMINO DE LA CUMBRE DEL EVEREST

Cuatro alpinistas vizcainos han partido esta mañana desde el campo base del Everest para intentar alcanzar la cima de la montaña el próximo día 7 de octubre.

Tras los atrasos sufridos por la expedición debidos a la meteorología y al trabajo lento de los porteadores, ha llegado el momento de iniciar la etapa decisiva. Iñaki Ruiz, Fernando Rubio, Alberto Posada y Koldo Orbegozo emplearán tres días en remontar los cuatro campos de altura para alcanzar, si las condiciones meteorológicas lo permiten la cima, a 8.848 metros, el día 7. Los otros tres alpinistas de la expedición, Juanrra Madariaga, Guillermo Bañales y Javier Mugarra iniciarán la ascensión pasado mañana para intentar la cumbre el día 9 de octubre.

En la jornada de hoy la meteorología ha sido mala en altura, con fuertes vientos y nubes altas lo que ha dificultado los porteos al collado sur y la evolución de las expediciones que ascienden al Lhotse, que no han podido avanzar más allá de 7.800 metros.

Entre el 7 y el 10 de octubre 11 alpinistas, entre Vizcainos y franceses tratarán de coronar la cima del mundo.

CAMPO 3 CAMINO DE LA CUMBRE

Cuatro alpinistas de la expedición Bizkaia Medio Ambiente Everest 97 alcanzaron a mediodía de hoy el campo III, a 7.400 metros, en el que es el primer intento a la cima del Everest. Alberto Posada, Iñaki Ruiz, Fernando Rubio y Koldo Orbegozo encontraron su dos tiendas de altura sepultadas por la nieve y debieron trabajar intensamente para liberarlas. En la misma jornada Juanrra Madariaga y Guillermo Bañales ascendieron hasta el campo II para intentar la cima en un segundo avance.

Javier Mugarra decidió ayer no participar en los intentos a cima dado que su aclimatación no ha terminado de afianzarse. Ante las posibilidades de atrasar a entorpecer la ascensión de sus compañeros, Mugarra optó por renunciar a la partida y permanecerá en el campo base hasta el final de la expedición.

Es de esperar que la climatología sea favorable en los próximos días para permitir el éxito de la expedición Medio Ambiente.

Los vientos del Everest acompañan la ascensión a 7.400 metros.

El viento rugía extraordinariamente a mediodía de ayer en el campo tercero del Everest. Las tiendas se encontraban bajo la nieve, semiocultas.

Fernando Rubio, Iñaki Ruiz, Alberto Posada y Koldo Orbegozo habían partido al amanecer desde la base avanzada del campo II. En la mañana un ligero viento hacía bellos dibujos con la nieve en las crestas de las cimas. Más tarde cesó y en la comba oeste del Everest se hizo la calma. El sol brillaba intenso pero su calor no era suficiente para fundir la nieve polvo depositada en las laderas del Lhotse. Los cuatro alpinistas vizcainos ya conocían el itinerario hasta el campo III, donde ya habían pernoctado anteriormente. La primera barrera de seracs era la máxima dificultad; una pendiente de hielo empinada les obligaba a trabajar antes de asegurarse a las cuerdas fijas estiradas en una larga pendiente hasta el campo III.

Después el viento volvió. "Aprovechad esta oportunidad porque cuando el viento del norte se enfrenta al del sur ahí sobre el Everest es buen momento para ir a la cumbre. Hoy cambia la luna y esto también se acompaña de meteorología estable, todo es favorable estos días", había dicho el ochomilista Carlos Carsolio desde la radio de su campo base bajo el Pumori.

Foto
Pirámide del Everest y Lhotse, vistos desde
el valle del silencio (Foto Santiago Yaniz)

Pero el viento sacudía implacable en la pared del Lhotse. Allí, en varias plataformas talladas en la ladera de nieve se escondían las tiendas de la expedición coreana al Lhotse, también una de los navarros, otras dos de los franceses, dos más vizcainas. Todas sepultadas. Era imposible entrar en ellas sin liberar el acceso, un trabajo laborioso que los cuatro alpinistas vizcainos debieron afrontar pala en mano. Un momento antes llegaba al campo Bernard Boyer, el canadiense. Optó por entrar en una tienda del campo coreano. "Es fuerte y sólo está parcialmente aplastada. Hay colchonetas y también un saco de dormir, una gran cámara de vídeo y un hornillo", advirtió terriblemente jadeante por radio a su mujer, atenta en el campo base. "Descansa, hidrátate, toma aspirina y las dos, o una si te parece demasiado, de las pastillas rosas y luego volvemos a hablar. Ya ha llegado Marie Anne, se ha bajado desde el campo primero y ha abandonado la ascensión. ¿Sabes algo de Yannick o de Ivan?", respondió la canadiense.

Nadie sabía donde estaban los franceses. Llegaron un rato más tarde para ocupar también otra tienda coreana. Ivan, el jefe de la expedición comercial, preparaba más tarde una botella de oxígeno para la pernocta del canadiense. "Ya lo he probado, funciona bien, podrás usarlo cuando quieras", le dijo.

Los vizcainos, una vez instalados, avisaron por la emisora de las malas condiciones: " Buf, esto está atal… ya nos hemos recuperado un poco pero hemos tenido que pelear un montón para desenterrar las tiendas. Ahora mismo está nevando intensamente y la niebla es muy cerrada. Estamos los cuatro bien; veremos como amanece mañana para ir al cuatro", explicó Fernando Rubio.


El segundo equipo mermado

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Guillermo Bañales y Juanrra Madariaga, componentes
del segundo equipo (Foto Santiago Yaniz)

Más abajo, Guillermo Bañales y Juanrra Madariaga llegaban al campo II, en su camino hacia la cumbre. El tercero en su equipo, Javier Mugarra, decidía en la mañana permanecer en el campo base. Sus dificultades de aclimatación le impedían encontrarse lo bastante bien en altura como para no entorpecer la marcha de sus compañeros. En su beneficio optó por la renuncia al goloso caramelo del Everest. Entretanto, Bañales y Madariaga quedaban en un equipo de dos para intentar ir a la cumbre. Retrasados por las circunstancias de la continuamente cambiante estrategia, deberán afrontar solos la ascensión, sin ayuda de sherpas, el intento a la cima. En vista de la prisa de los porteadores por desmontar los campos de altura y abandonar la montaña Bañales y Madariaga decidieron ayer adelantar en una jornada su partida. Buscarán así estar más cerca de sus compañeros en la ruta y evitar encontrarse, mientras avanzan hacia el collado sur, con los campos desmontados.

La decisión demostrada por los dos alpinistas al quedar descolgados pone una nota de valor en su carnet de ruta, a sabiendas de que sus posibilidades de cumbrear son muy limitadas.


OXÍGENO VITAL

Fue en 1978 cuando Reinhold Messner y Peter Habeler consiguieron dentro de una gran controversia y curiosidad internacional ascender a la cima del Everest sin utilizar oxígeno artificial. La ciencia había considerado hasta entonces que la vida era imposible a esta altitud y que los alpinistas tenían muy pocas posibilidades de éxito. Reinhold Messner planteaba que una buena aclimatación debía permitir ir más allá de lo hasta entonces admitido y que los límites del hombre no eran todavía conocidos. Desde el collado Sur, aquel 8 mayo de 1978 los dos alpinistas partieron con la desaprobación incluso de algunos miembros de su expedición austríaca en la que otros alpinistas usaban oxígeno para alcanzar la cima.

Cuando rebasaron la cima sur, a 8.500 metros de altitud, su incertidumbre era grande, sus dificultades enormes. Habeler temía perder la vida en el intento y deseaba darse la vuelta; su compañero insistía casi arrastrándole a continuar. Cuando alcanzaron la cima supieron que habían roto un mito. El alpinismo desde aquel día había avanzado un paso de gigante. Sin embargo, la barrera de los 8.500 metros sigue siendo una barrera en el filo de la supervivencia.

Foto
Escalando la pared del Lhotse, a 7.100
metros de altitud (Foto Iñaki Ruiz)

A pesar de efectuarse una buena aclimatación a la altitud, durante la cual la cantidad de glóbulos rojos aumenta en la sangre para permitir transportar una mayor cantidad de oxígeno, el cuerpo humano sufre efectos muy estudiados por la medicina y todavía no del todo comprendidos.

Por ejemplo, en la cima del Everest sólo se puede obtener un 20 por ciento del oxígeno que se respira a nivel del mar, suficiente para efectuar sólo una décima parte del trabajo posible a altitud cero y justo lo necesario para mantener el metabolismo del cuerpo en reposo, en un ambiente cálido y sin estrés. Sucede entonces que cuando se ascienden grandes altitudes sin ayuda de oxígeno artificial el cuerpo humano sufre una progresiva degradación. Esta comienza incluso a niveles relativamente bajos. Ya a partir de los 5.000 metros de altitud es inevitable un adelagazamiento progresivo. Las sensaciones gustatorias del sabor, amargo, salado o dulce se incrementan con la altitud y esto incrementa la dificultad para ingerir alimentos elaborados. Desde los 6.000 metros comienza también una degradación de la memoria y también de la visión, especialmente de los colores. Un fenómeno frecuente en altas cotas es lo que los médicos llaman una "afasia transitoria" y que supone que una parte del cerebro deja de funcionar momentáneamente a causa de la hipoxia; esto puede permitir comprender algunos accidentes inexplicables en el Himalaya. La afasia puede ocasionar errores de juicio, pérdida de visión, imposibilidad de articular palabras, etc.

El uso de oxígeno, hoy día casi restringido a las ascensiones al Everest, sigue siendo muy controvertido pero el hecho de que de 932 ascensiones a esta cima sólo 64 se hayan realizado prescindiendo de él refleja la dificultad y el riesgo que se asume. En la temporada de otoño, cuando los vientos y la temperatura son en el Everest considerablemente más fríos que en primavera, el uso de oxígeno artificial supone además de una ayuda técnica en la ascensión muchos menores riesgos de sufrir congelaciones. Es habitual que en el collado sur se duerma aspirando oxígeno y desde allí se respire con él hasta la cumbre y también en el descenso hasta los ocho mil metros.



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