El viento rugía extraordinariamente a mediodía de ayer en el campo tercero del Everest. Las tiendas se encontraban bajo la nieve, semiocultas.
Fernando Rubio, Iñaki Ruiz, Alberto Posada y Koldo Orbegozo habían partido al amanecer desde la base avanzada del campo II. En la mañana un ligero viento hacía bellos dibujos con la nieve en las crestas de las cimas. Más tarde cesó y en la comba oeste del Everest se hizo la calma. El sol brillaba intenso pero su calor no era suficiente para fundir la nieve polvo depositada en las laderas del Lhotse. Los cuatro alpinistas vizcainos ya conocían el itinerario hasta el campo III, donde ya habían pernoctado anteriormente. La primera barrera de seracs era la máxima dificultad; una pendiente de hielo empinada les obligaba a trabajar antes de asegurarse a las cuerdas fijas estiradas en una larga pendiente hasta el campo III.
Después el viento volvió. "Aprovechad esta oportunidad porque cuando el viento del norte se enfrenta al del sur ahí sobre el Everest es buen momento para ir a la cumbre. Hoy cambia la luna y esto también se acompaña de meteorología estable, todo es favorable estos días", había dicho el ochomilista Carlos Carsolio desde la radio de su campo base bajo el Pumori.
Pirámide del Everest y Lhotse, vistos desde el valle del silencio (Foto Santiago Yaniz)
Pero el viento sacudía implacable en la pared del Lhotse. Allí, en varias plataformas talladas en la ladera de nieve se escondían las tiendas de la expedición coreana al Lhotse, también una de los navarros, otras dos de los franceses, dos más vizcainas. Todas sepultadas. Era imposible entrar en ellas sin liberar el acceso, un trabajo laborioso que los cuatro alpinistas vizcainos debieron afrontar pala en mano.
Un momento antes llegaba al campo Bernard Boyer, el canadiense. Optó por entrar en una tienda del campo coreano. "Es fuerte y sólo está parcialmente aplastada. Hay colchonetas y también un saco de dormir, una gran cámara de vídeo y un hornillo", advirtió terriblemente jadeante por radio a su mujer, atenta en el campo base.
"Descansa, hidrátate, toma aspirina y las dos, o una si te parece demasiado, de las pastillas rosas y luego volvemos a hablar. Ya ha llegado Marie Anne, se ha bajado desde el campo primero y ha abandonado la ascensión. ¿Sabes algo de Yannick o de Ivan?", respondió la canadiense.
Nadie sabía donde estaban los franceses. Llegaron un rato más tarde para ocupar también otra tienda coreana. Ivan, el jefe de la expedición comercial, preparaba más tarde una botella de oxígeno para la pernocta del canadiense. "Ya lo he probado, funciona bien, podrás usarlo cuando quieras", le dijo.
Los vizcainos, una vez instalados, avisaron por la emisora de las malas condiciones: " Buf, esto está atal… ya nos hemos recuperado un poco pero hemos tenido que pelear un montón para desenterrar las tiendas. Ahora mismo está nevando intensamente y la niebla es muy cerrada. Estamos los cuatro bien; veremos como amanece mañana para ir al cuatro", explicó Fernando Rubio.
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